8/10/07

La guerra de los delfines




Este domingo vi una de las cosas más bonitas de mi vida. Estábamos andando por las playas de Cape May (New Jersey) y una manada de delfines se puso a jugar a 20 metros de la playa. Yo creo que también son un poco payasos, porque cuanta más gente había, más delfines jugaban y más tonterías hacían. Pero mirad el vídeo, que mola.

La excursión en sí fue una experiencia intensa, pero difícil de explicar. Y muy ilustrativa de cómo son esta gente. El personal de la salida era el siguiente:




A la izquierda, Monda, mi compañera de piso. Al centro, Carol, hija de suecos y un cielo de mujer. A la derecha, Michael, un tipo entrañable pero casado con una arpía, la de atrás a la derecha. Y por último, Ana, judía, otra arpía. Aquí ya andaban todos separados porque ya se habían peleado.

La cosa empezó mal. Monda es de una especie de club en el que se reunen los fines de semana para ir a caminar. Este domingo iban a Cape May, en la punta de una península en New Jersey. Yo quería ir para conocer el sitio, pero también gente y tal. Llegamos al meeting point y sólo éramos seis. La media de edad superaba los 60. Nada que decir, pero me esperaba otra cosa.

Pero luego mejoró. Este país tiene unos paisajes increíbles y sólo mirar por la ventana del coche
alucinas: bosques, granjas, ríos, lagos...





Llegamos a Cape May y empezamos a caminar. Los tíos serán mayorcetes, pero andan que se las pelan: 9 millas (casi 15 kilómetros). Y aquí empezó la fiesta.

La cosa va sobre el liderazgo, algo que les tiene fascinado. Vale que nuestras excursiones son un poco desastre: uno quiere aprovechar el día, el otro tiene resaca y quiere ir al bar, dos más quieren ir al bar pero para beber unas birras, el otro ya piensa en dónde comer... Pero bueno, al final se alcanza una especie de caótico término medio donde todo el mundo está más o menos a gusto.

Aquí no. Nombran a uno como el líder y éste decide todo lo que hay que hacer. Y punto. Pero luego están las arpías, que se pasan el día criticando: que si hace calor, que si la otra duna era mejor, que si...

Total, que las dos arpías se pasaron el día tocando los cojones hasta que Ana cometió un tremendo error: se separó del grupo diciendo que iba a estar en tal sitio en tal hora. Y no estaba.

Y Carol, que ya le tenía ganas, se la montó: que si había roto su palabra, que si le había dicho al líder y al grupo que iba a estar en un sitio y no estaba, que si esto suponía romper las normas, que tenía que disculparse en público... Daba un poco de vergüenza ajena: dos mujeres de 50 y pico años gritándose en medio de la playa.

Lo que me maravilló fue la reacción del resto. No me extraña que el presidente de este país se meta en una guerra cuando quiere recibir apoyos. El grupo tardó 0,5 segundos en ponerse de acuerdo que estábamos en crisis y que había que apoyar como una piña al líder. Y que Ana había roto las normas.

Os daré mi modesta opinión. Es verdad que Carol es un cielo y Ana una arpía. Y que ésta no estaba donde debía estar. Pero también es verdad que Ana estaba a 500 metros del punto de encuentro (yo la vi) y en la playa, el único camino que había que seguir y donde nos íbamos a encontrar de todos modos. Así que todo fue un poco payasada.

Y os diré otra cosa: porque estoy aquí y soy nuevo, porque sino iba a ir a estas excursiones su padre. Tanto líder y tanta ostia. A ver si uno no puede hacer lo que quiera. Joder, que hasta me tenía que esconder para fumar porque se supone que no se puede durante las caminatas.

Total, que viendo el mal rollo, y jugándome una bronca, me dediqué a ver la playa a mi bola. Resulta que estamos en plena ola de calor y que, a principios de octubre, todo Dios se bañaba.





Y algunos pescaban...





... y sacaban una especie de rodaballos que eran un primor.





Pero aquí es moda ahora devolver todo lo que se pesca al agua. Yo creo que está bien el medio ambiente y eso, pero lo primero es lo primero. Y comer es sagrado. Tenían una pinta...

La otra cosa que me moló fue ver las mariposas monarca.




Dicen que nacen en México y en verano emigran a Canadá (o al revés, ahora no me acuerdo). Las pobres criaturas están ahora de regreso a México para pasar el invierno. ¿Os imagináis un bicho como este volando 5.000 kilómetros? Yo me lo tomé a coña, pero luego me acordé que algún día, durante alguna siesta, vi un documental de La 2 que lo contaba. Así que no sé.